¡Solo se ve bien con el corazón!

Están Snoopy y Carlitos sentados, mirando el cielo estrellado, en una noche clara de verano. Snoopy pregunta a Carlitos:
– ¿Tú, ves a Dios?
-No, contestó Carlitos, pero lo siento.

San Buenaventura se refería a esta experiencia cuando lo aplicaba al estudio de la Teología:
“Nadie piense que le basta la lectura sin unción, la especulación sin la devoción, la investigación sin la admiración, la atención sin la alegría, la acción sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría inspirada por Dios.”
Y también: “Si deseas saber cómo acontece esto pregunta a la gracia, no a la doctrina; al deseo, no al entendimiento; al gemido de la oración, no a la instrucción del estudio; al Esposo, no al Maestro; a Dios, no al hombre; a la tiniebla no a la claridad; no a la luz, si no al fuego que todo lo inflama y transporta en Dios con sus unciones y sus ardentísimos afectos.”

Hay muchas maneras de celebrar la Navidad. Llenar nuestro corazón de cosas y de comida; dejarnos llevar por el puro sentimentalismo; celebrarlo de una manera individualista aunque estemos rodeados de hermanos; llenarnos de tristeza y de acidia…
Nosotros, los franciscanos, la queremos celebrar a imitación de san Francisco, con mucha ternura y compasión, y con los ojos vueltos a los pobres y a la hermana madre tierra.
Pero sobre todo, viendo y contemplando en el misterio de la Encarnación, la humillación e identificación del Hijo de Dios con lo más bajo. Y el hecho de que Este se hiciera hermano nuestro en la pobreza y la humildad.

Dice Celano: “Francisco prefería entre todas las solemnidades el nacimiento del Niño Jesús, y lo celebraba con enorme alegría. La llamaba “fiesta de las fiestas”, en la que Dios hecho un pequeño niño, se crió alimentado por los pechos de una madre humana. Besaba con mucho cariño las imágenes del Niño de Belén, y el nombre del Niño Jesús era para él como un panal de miel en la boca.” “Quería que en este día hasta la paredes comiesen carne; y ya que no pueden, que al menos sean untadas por fuera.” (Vida 2ª, 199).
Decía también Francisco: “Si yo pudiera hablar con el emperador, le pediría que, por amor de Dios y mío, promulgara una ley especial para que nadie cace o mate a las hermanas alondras ni las haga ningún daño, y también que las autoridades de las ciudades y los grandes señores, estuvieran obligados a mandar a sus subordinados a que cada año, el día de Navidad echaran grano de trigo o de otros cereales por los caminos del campo, para que las hermanas alondras y otras aves, pudieran comer en una fiesta tan solemne.” (E. P. 114)

Francisco, “varón católico”, asentía totalmente a las expresiones abstractas y metafísicas de los Concilios de Éfeso y Calcedonia, de una Persona con dos Naturalezas. Pero, para Francisco decir “Dios encarnado” era decir “Dios niño que llora”, que es amamantado y sonríe.
La reacción de Francisco era de ternura y compasión. Lo que le conmueve es que este Niño se alimenta de leche e hiciera cuanto hacen los niños.

He aquí el significado profundo de aquel primer Belén viviente en Greccio. ¿Quién puede temer a Dios que se ha hecho sonrisa en un niño?,
¿quién no siente ternura ante la sonrisa de un bebé? Impresiona la ternura de Francisco para con todos los seres y su capacidad de compasión, superando las estructuras rígidas conceptuales. Por eso, su axioma era: “Tanto sabe el hombre cuanto experimenta y pone en práctica.”
Por eso, la experiencia de Dios es el principio y fundamento de su vocación y de la nuestra.

Dejémonos llevar en este tiempo de Navidad, por nuestra dimensión contemplativa, por una oración llena de calidad y de continuidad. No tengamos prisa, no caigamos en un activismo superficial y evasivo. Pongamos equilibrio y armonía en nuestra vida.
“Llenamos la vida de cosas y actividades y preocupaciones. Y poco a poco nos hemos ido vaciando por dentro de Dios. Nos movemos constantemente. Tratamos con muchas personas. Con todas menos con Dios, y así corremos el riesgo de volvernos ateos, o sea hombres y mujeres que viven sin Dios.” (J. A. Pagola)

Abramos nuestro corazón al silencio, ya que es una condición necesaria para el encuentro con Dios. Así la oración nos llevará a la vida, y la vida a la oración.
Francisco nos interpela sobre esto. Pero también a una vuelta constante a la humildad y sencillez y concretamente, al mundo de los pobres.
Que la Virgen María nos acompañe siempre en nuestro caminar.

Preguntas para el diálogo:
1. ¿Qué es lo esencial en Navidad, mis vacaciones, la convivencia fraterna, mi descanso, mis ideas, mis proyectos, etc?
2. ¿Qué aporto a mi comunidad para que la vivencia de la Navidad sea más fraterna, más franciscana?
3. ¿Cómo me gustaría vivir la Navidad?

Bibliografía:
Escritos de san Francisco, Tomás de Celano
San Francisco de Asís. Ternura y vigor, Leonardo Boff

Fray Bernat Nebot