La pandemia, que de acuerdo con los datos está remitiendo, ha sido tiempo de desasosiego y a la vez de búsqueda de felicidad, de buscar ese Amor que nos salva y nos da presente y futuro.[…] Ha sido, sin lugar a dudas, un punto de encuentro y de convergencia en medio de las diferencias. ¡Qué lectura honda podemos hacer de esta situación! Hay una que surge de inmediato: la sed de amor y de felicidad que tenemos todos los hombres, que aparece cuando nacemos y desaparece cuando damos en este mundo el último suspiro. Pero esta sed la podemos quitar en este mundo sencillamente dejándonos envolver por el Amor de Dios manifestado y revelado en Jesucristo.

[…]

¡Qué bella es la vida! La experiencia cristiana nos dice que, a pesar de las pruebas que encontremos en el camino, de las contrariedades que surjan en el mismo, Dios nos ama. La prueba evidente de ese Amor nos la dio haciéndose presente en este mundo a través del misterio de la Encarnación, tomando rostro humano. No estamos solos, acompaña nuestra vida en todas las situaciones. Esta realidad nos sitúa en la vida de un modo diferente, regalándonos un horizonte de existencia en el que el Amor mismo de Dios nos envuelve. Nuestra vida está marcada por muchas fragilidades, que se manifiestan en el niño, el anciano, el enfermo, el pobre, el que está abandonado, el inmigrante, en quien está en la cárcel o en quien sufre cualquier clase de marginación… Todos los sufrimientos nos hacen experimentar la fragilidad, pero en todos está el Señor que nos dijo: «Estaré con vosotros siempre».

[…]

La pandemia que aún vivimos, marcada por la muerte, la enfermedad, el dolor o la soledad, nos ha hecho volver a mirar a Jesucristo que irradia y contagia su Amor. Un Amor de tal calado que nos hace salir de nosotros mismos para ir a los demás en su diversidad. La pandemia nos ha hecho redescubrir que estamos hechos para amar, pero no con cualquier amor, sino que hemos de acoger el Amor de quien verdaderamente nos ama y lo hace incondicionalmente. Siempre me gustaron y las llevo escritas en mi cartera estas otras palabras de Gabriel Marcel: «Amar a alguien significa decirle: ¡tú no morirás!». Yo añado que estas palabras solamente las puede decir Dios. Y así nos lo dijo Jesucristo: «El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá».

Con gran afecto, os bendice,

+Carlos, Cardenal Osoro Sierra
Arzobispo de Madrid

Accede al texto completo.